De su escondrijo deseaba poseer esa blanca piel.
Tener sus labios contorneados de granate.
Sus ojos cubiertos por los delineados párpados.
Sus derrochantes caderas tambaleantes.
Cada uno de sus jadeos.
Soñaba con ostentarla y poseerla cada oscuro momento.
Saborear cada rastro de sus poros.
Morder sus cálidos rincones sin descubrir.
Mientras oculta su rostro detrás de sus penas,
Maldiciendo su existencia,
Aferrándose a su deseo sempiterno.
Alejándose de cualquier injurioso comentario.
Mordiéndose los labios sin poder gritarlo,
ahogando sus ojos en lagos de lágrimas,
asfixiando su pecho con el nudo de su garganta,
Queriendo siempre despojar su mente de sus
pensamientos más impuros con ella,
con ella, quien es inalcanzable
que se adueña de su alma cada instante
inunda su mente con sus sueños.
Sufre trágicamente, con el corazón desangrado,
las fantasías sofocadas por desánimos.
Colgando demonios en su espalda
Que ahuyenta sus pasos que conducen a su amada.
Desesperante sentimiento que ningún demonio logra entender,
que acusan de ser imposible e innecesario…
Entierran ese amor, que no tiene principio ni fin,
En el lugar más lejano.
Su complejo aumenta, cual roedor encerrado
En su propia madriguera,
logrando determinar su destino y vociferando
con cólera, de rodillas, frente al infinito:
- ¿Para qué existo? Si mi alma quien se entrega
Puramente a aquella perfección de mujer, no logro
Merecerla
Acaso el amor de aquella mujer ¿Envenenaría mi cuerpo
Y mi alma?
No comprendo.
¿Por qué?
Demonios tienen escritos que el amor de una mujer no puede ser
Correspondido por otra mujer…
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